martes, 31 de julio de 2012

Un juego...


En la clase del día lunes 30 de julio, el profe llevó una bolsa llena de objetos por ej: un conector de manguera, un escarbadientes, un prospecto de remedio, un envase de plasticola vacío, un trocito de bolsa, un elastiquín, hojas de árboles de distintos colores... etc etc) Y nos propuso un juego.
El nombre del juego era: "Que sería, si no fuese..."
Teníamos que encontrarle otro sentido y otros usos a esos objetos. Y en base a eso armar una historia.
A mí me tocó en suerte: una hoja seca, un envase de plasticola vacío, y una tirita de 8 por 2 cm de largo de cartulina.

Mi historia es la siguiente: 

Era un planeta lejano, a siete mil años luz de la tierra. Su composición gaseosa hace difícil su localización. Su nombre es: Ceres.
Mientras tanto en tierra, la misión había comenzado.
Todo trascurría ordenadamente en el centro espacial Eris (dependiente de la NASA)
Los pilotos, habían pasado por infinidad de pruebas de resistencia y un entrenamiento agotador que duró meses.
Los ultimos detalles como: revisión de motores de propulsión, carga de combustible y repaso de estructura estaban a punto.
Veinte minutos después las tres astronautas caminaban por la pasarela de abordaje.
El cohete despegó pulverizando hasta la última hoja de la plataforma de lanzamiento.
A poco del despegue, se soltaron los soportes que mantenían en su lugar al módulo de lastre.
El aire en el interior del cubículo de mando era pegajoso, fueron necesarias las máscaras de oxígeno antes de lo previsto.
La misión denominada: "Lost Water" consistía en localizar agua y analizarla antes de llegar a tierra.
Ceres había sido estudiado minuciosamente por geografos e ingenieros y había sido elejido entre 5 planetas, para tal fín.
Se turnaban en la cabina de mando y debían informarse unas a otras novedades, desperfectos, cambio de trayectoria etc etc.
Llevaban seis horas de vuelo y les esperaban cuarenta y ocho horas más.
Repentínamente María, se sintió mal. Su nariz empezó a sangrar y empezó de a poco a perder la conciencia.
Evidentemente su presión corporal no estaba resistiendo aquella hazaña.
Lola, la segunda tripulante, sentía mareos constantemente, y eso hacía que leyera mal los relojes de la cabina.
La nave empezó a descontrolarse.
La última tripulante de la nave, Pepa, comenzó a notar que el maravilloso despegue se había transformado en una pesadilla.
Decidió informar a tierra, para así poder abortar la misión y emprender el regreso.
En la aeroestación, recibieron la información y le dieron detalles de cómo proceder...

CONTINUARÁ...

(tarea de taller- texto propio)


jueves, 26 de julio de 2012

Un poco más del diario del travieso "Papelucho"


Enero 1
La Domitila todavía no se ha muerto. Yo hice una promesa para que
no se muriera y prometí ser santo. Hoy regalé todas mis cosas, porque
para ser santo es necesario regalarlo todo. Todo, menos mi pelota de
fútbol, mi escopeta, mi revólver y otras cosas que necesito. Yo no me
creo santo porque los santos nunca se creen que lo son. Me gustaría que
Javier también fuera santo y me regalara su raqueta. Cuando yo sea
santo, voy a hacer verdaderos milagros y que los pobres tengan aviones
y cosas por el estilo.
4
Hoy es año nuevo, el aniversario del día en que Dios hizo el mundo.
¿Qué día sería antes?
Me cargan los días de fiesta, porque ya son; prefiero el día antes,
porque entonces es "mañana" el día de fiesta.
Sin querer estoy escribiendo mi diario, pero si no escribo, no puedo
dormir con este negocio de la Domitila. También es bueno dejar su
diario cuando uno se muere para que la gente comprenda lo que uno
era por dentro y conozca sus intenciones.
Inventé una oración, y eso que no tengo más que ocho años. La
repartí a todos, porque tiene mil años de indulgencia.
Hoy hubo pollo para el
almuerzo y postre de helados de
fresas, y para la comida, lo que
sobró del almuerzo. Pusieron las
copas finas y una se quebró en mi
asiento. Me gusta que vengan
visitas porque así no hay boche en
las comidas. A mí no me alcanzó
postre, pero no importa, porque
me lo había comido antes.
Ahora que no tengo útiles
para hacer mis experimentos,
tengo que hacerlos con las cosas
de otro. Por eso le pedí a Miguel, el jardinero, que me diera un alicate y
un alambre. Y tuve que regalarle dos corbatas de mi papá. Papá tiene
demasiadas corbatas, y eso es como avaricia, y también hace que
Miguel se ponga comunista.
Resulta que junté los alambres del teléfono con los de la lamparita
del velador de mi mamá. Lo que yo quería era ver si salían luces del
teléfono y voces de la lamparita. Pero nada de eso.
Cuando se hizo de noche, la casa estaba a oscuras y no había a
quién llamar porque era día de fiesta y porque estaba descompuesto el
teléfono. Pero yo saqué como pude mi instalación, y cuando llegó mi
papá cambió los tapones y ¡listo! Ni siquiera hubo alboroto. Siempre es
así: cuando uno cree que se va a armar la grande, no pasa nada.
Parece que se murió la señora de la casa de enfrente y había quince
5
autos en la puerta y dos Mercedes Benz de ocho cilindros.

CONTINUARÁ...

      

miércoles, 18 de julio de 2012




Acercate... pero despacito...
no sea cosa que me tropiece con tus botones y me encuentre con tus ojos...
no vaya a pasarme que me cuelgue de tu nombre y con tu voz, me asome a tus historias...
Acercate, pero poco.
Que sólo unos pocos centímetros puedan hacerse cargo de mis miedos.
Que las palabras que flotan entre silencios, se tranquilicen y se tomen un vaso de agua.
Porque la incógnita se asusta entre tantos malabares.
Quizás tu pulso quede ahí, como dudando,
cómo si desconociera, que para presumir de cercanía
primero hay que intentarlo.
Acercate...
dame la posibilidad de regalarte más de lo mismo,
y mirarme la punta de los zapatos.
Porque si a vos se te olvida, yo te lo recuerdo...
que no se puede hacer como que uno va,
manteniendose en el sitio.
El frío del piso nos llegará a las rodillas,
mientras un silencioso reloj, empieza a contar de nuevo.
Y sí, sólo queda que te acerques... que lo hagas,
para que veas, que también se puede "absolutamente nada".

(Texto propio)

martes, 17 de julio de 2012

Iré posteando algunos fragmentos de la magnífica escritora chilena Marcela Paz y su creación "Papelucho".
Obras que tuve la suerte de conocer cuando fuí niña, gracias a la iniciativa de mi madre. 



Lo que sucede es terrible. Muy terrible y anoche me
he pasado la noche sin dormir pensando en esto. Es
de aquellas cosas que no se pueden contar porque no
salen por la boca. Y yo sé que mientras no la haya
contado no podré dormir. Le pregunté a la Domitila
qué hacía ella cuando tema un secreto terrible. -Se lo
cuento a otra -me contesto. -Pero, ¿si es algo que no
se puede contar a nadie?
—Entonces lo escribo en una carta.
—Tú no entiendes nada —le dije—. Es algo que no puede saberlo
nadie.
—Entonces, escríbaselo a nadie —me dijo, y soltó la risa. Otra vez
es de noche y ya debería estar durmiendo. Pensando en lo que dijo la
Domitila, he decidido escribirle a "nadie", como ella dice, y que es lo que
otros llaman su "diario". Cuando esté escrito, me habré librado de seguir
pensando.
Yo tenía en mi laboratorio un frasco con un invento. Era hecho de
muchas cosas y, entre otras, tenía dos cajas de cabezas de fósforos,
Rinso, miel de abeja, un poco de aceite, crema para la cara y pólvora.
La idea mía era ver lo que resultaba y por eso hice con él un sándwich
para algún ratón goloso.
Lo dejé sobre mi velador, pero cuando volví, no estaba. Y la
Domitila me dijo que se lo había
comido. Naturalmente que a ella no
podía decirle yo que estaba
envenenada. Pero le pregunté qué
haría si supiera que se iba a morir.
—Me daría una vuelta de
carnero —dijo— porque la muerte es
la felicidad del pobre.
—¿Y qué otra cosa más harías?
—Me daría una fiesta y gastaría
mil pesos en comer...
—Toma —le dije—. Te doy lo de
mi alcancía (treinta y dos pesos)
Cómete algo bueno, pero sería
mejor que te confesaras.
Me miró con cara de lagartija y me preguntó:
—¿Por qué cree que me voy a morir?
—Porque la muerte viene cuando menos se piensa —le contesté y
me encerré en mi cuarto a pensar. Pensé que tal vez sería bueno que
ella tomara un purgante, pero después pensé que sería peor. Pensé que
debería decirle lo que le pasaba y pensé después que a lo peor se moría
del corazón. Porque no hay seguridad de que se muera del veneno.
Es claro que, si se muere, yo deberé entregarme a la policía. Le
escribiré una carta a mis padres y después me entregaré y cuando
cumpla mi condena ya no seré culpable.
En la cárcel puedo estudiar para ser inventor, porque tendré toda
mi vida libre para eso. Y, tal vez, cuando invente lo que habré de
inventar, me absuelvan y todo.
Este pensamiento me pone más tranquilo. Pero lo terrible es estar
esperando que suceda la muerte. Es decir, que a ratos me dan ganas
que se muera pronto para arreglar mis cosas de una vez.
A la hora del té, la encontré pálida y sentí frío en el estómago. Le
pregunté qué tenía y ella soltó la risa.
—Parece que usté se está enfermando de la cabeza —me dijo—. A
cada rato me pregunta unas cosas... Y me mira con unos ojos... —y se
rió otra vez. Es una suerte que la Domitila no tenga hijos y ella dice que
no le hará falta a nadie. Eso es muy tranquilizador.
Ahora se me quiere ocurrir que no es cierto que se haya comido el
sandwich y que me ha engañado. Quiero pensar que, como es tan
mentirosa, me ha mentido otra vez. Con este pensamiento creo que
podré dormir.

             

jueves, 5 de julio de 2012

Selección de poemas de Roberto Juarroz (1925 - 1995), poeta argentino. Docente de La Sorbona (Francia) y miembro de la Academia Argentina de letras. Su obra ha merecido premios internacionales y ha sido traducida a muchos idiomas. 


El fondo de las cosas no es la vida o la muerte.
Me lo prueban
el aire que se descalza en los pájaros,
un tejado de ausencias que acomoda el silencio
y esta mirada mía que se da vuelta en el fondo,
como todas las cosas se dan vuelta cuando acaban.
Y también me lo prueba
mi niñez que era pan anterior a la harina,
mi niñez que sabía
que hay humos que descienden.
voces con las que nadie habla,
papeles donde el hombre está inmóvil.
El fondo de las cosas no es la muerte o la vida.
El fondo es otra cosa
que alguna vez sale a la orilla.
El fondo de las cosas no es la vida o la muerte.
Me lo prueban
el aire que se descalza en los pájaros,
un tejado de ausencias que acomoda el silencio
y esta mirada mía que se da vuelta en el fondo,
como todas las cosas se dan vuelta cuando acaban.
Y también me lo prueba
mi niñez que era pan anterior a la harina,
mi niñez que sabía
que hay humos que descienden.
voces con las que nadie habla,
papeles donde el hombre está inmóvil.
El fondo de las cosas no es la muerte o la vida.
El fondo es otra cosa
que alguna vez sale a la orilla.

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¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?
¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?
Quizá debamos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.

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Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.
Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.
Hemos andado tanto sin movernos
que los viajes ahora se descuelgan
como abrigos inútiles.
Movimiento y quietud se han desunido
como grados de dos temperaturas.
Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.
Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos sustitutos.
Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.
Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.

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Cuando se apaga la última lámpara
no sólo se apaga algo mayor que la luz:
también se enciende la sombra.
Debería haber sin embargo lámparas
que sirvieran exclusivamente
para encender la sombra.
¿No hay acaso miradas para no ver,
vidas nada más que para morir
y amores sólo para el olvido?
Hay por lo menos ciertas tinieblas predilectas
que merecen su propia lámpara de oscuridad.

domingo, 1 de julio de 2012


Poema de Rubén Darío (1867- 1916), cuyo verdadero nombre es: Félix Rubén García Sarmiento. Escritor nicaragüense, máximo representante del Modernismo literario.




NOCTURNO
Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero ruido...

En los instantes del silencio misterioso,
cuando surgen de su prisión los olvidados,
en la hora de los muertos, en la hora del reposo,
sabréis leer estos versos de amargor impregnados...

Como en un vaso vierto en ellos mis dolores
de lejanos recuerdos y desgracias funestas,
y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.

y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací!

Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.
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