jueves, 28 de junio de 2012

De nada sirve...



De nada sirve limpiar tu recuerdo con cenizas,
si la poesía caerá vertical sobre tus ojos.
De nada sirve liquidar el día dentro mío,
si no vas a ver en la penumbra todo el frío.
De nada sirve que fracture tu piel en agonías,
si la mudez nos convoca a un mismo rito.
De nada sirve...
Sólo niebla y boca se conjuran,
sólo azul profundo tu vestigio,
sólo un surco de horas al dormirse.
De nada sirve...
tu temblor pequeño inalcanzable,
tu encuentro inverosímil entre huesos,
tu aire verde cayendose al descuido.
De nada sirve...

(texto propio)

martes, 26 de junio de 2012

Dentro de una historia...



Mi casa es un caos. Debo ordenar montones de ropa que he traído del lavadero y dedicarme un poco a la restauración al menos parcial de las puertas de entrada, lustrarlas de nuevo, pintar con barniz marino la pared del frente, cortarle un poco las ramas a la palmera que se está adueñando de toda la entrada…
Ante todo, el día no ayuda, hace mucho frío y prefiero prepararme un café aguado como a mí me gusta, encender las estufas y sentarme a leer uno de los tantos libros que he comenzado.
Del libro que elijo, llevo varias páginas leídas ya y cada vez que retomo, me subo a la Ford Explorer color champagne de una médica rural apodada RJ, amante de la jardinería, de las piedras corazón y que ha hecho de su profesión un estilo de vida.
El café no me hace mucho efecto; mis dolores son insoportables, y los analgésicos pueden hacer poco y nada.
Faltan sólo horas para mi operación, y todo parece marchar en cámara lenta.
-          Si te parece bien, me llevaré a tu hija Sarah a un viajecito de un par de días, David. Invito yo. Sólo chicas. Dice RJ.
-          Bueno está bien, no hay ningún problema.
-          Veremos películas en el cine, iremos de restaurantes, y miraremos vidrieras, planeó RJ.
Cuando RJ pasó a recogerla por la casa de troncos, Sarah estaba demasiado contenta.
Llevaba un holgado conjunto de dos piezas por recomendación de RJ, quién le había explicado que sólo tendría que desnudarse de la cintura para abajo.
El viaje fue tranquilo, y una vez llegaron a la clínica, RJ permaneció con Sarah para cumplimentar los trámites preliminares y la ayudó a rellenar los papeles de ingreso.
Me había levantado a las 5 ésa mañana, después de una noche casi sin dormir.
Mis padres nos pasaron a buscar a mí y a ésta buena amiga que decidió acompañarme para llevarme a la clínica. 
Al llegar, debimos esperar porque había una mujer joven de unos 40 años, y una chica de unos 18 delante de nosotros.
La mujer tenía el rostro preocupado, se notaba el miedo en sus miradas.
Unos minutos después, llegó mi turno para firmar el acta de admisión de la clínica.
Apareció una enfermera con una silla de ruedas para trasladarme al segundo piso.
Cuando entro, saludo a la chica que ocupaba la otra cama, que por cierto tenía cara de pocos amigos, y acomodo mis cosas lo mejor que puedo.
La mujer que la acompañaba, charló conmigo amablemente e intentó tranquilizarme muy a su manera. Entendí que venían de lejos, y que era todo nuevo para la chica a la que estaba acompañando.
Le pregunté si era su hija, me dijo que no. Que era la hija de un amigo muy muy especial. Le pregunté el nombre de la chica y me dijo: Sarah. Y el suyo, pregunté: RJ, respondió.
A la media hora, nos trasladan  a la chica y a mí en camilla a la misma sala de procedimientos.
Veo por el rabillo del ojo que a ésta chica la acomodan en una camilla, con los pies en los estribos, para comenzarle a practicar un aborto, haciéndole la inserción de un alga laminaria, que dentro de un rato se hincharía y provocaría la muerte del feto.  
A mí, me colocan una vía y me hacen preguntas acerca de mi peso. Supongo que es para la anestesia.
Alcanzo a hacerle una seña, con el pulgar hacia arriba, antes de que se la lleven al quirófano.
A mí me llevaron unos minutos después. No sé cuanto tiempo pasó, y de repente
escucho una voz, que me dice: Carina, estás bien? La operación terminó.
Intento abrir los ojos, pero me es imposible. Para mí pasaron varios minutos y
cuando puedo más o menos despertarme y recuperar la conciencia, siento que alguien me ha tomado la mano.
Escucho que una mujer me dice: Tranquila, tu mamá ha ido a comprar unos remedios, ya viene, te voy a cuidar mientras tanto. ¿Te acordás de mí? Mi nombre es RJ.
El timbre de la puerta me trae a la realidad de golpe. Ha quedado un poco de café aguado en la taza, y el día sigue frío. Una vecina despistada pidiéndome una herramienta para su jardín… Se la busco, se la entrego, promete devolvérmela la próxima vez que… y veo que junta algunas cosas y también mi herramienta y sube todo a una especie de camioneta, presto más atención y le veo una patente extraña, y la marca del vehículo es Ford Explorer de color champagne…



Pd: Texto de producción propia. Tarea de taller literario.


                                  

domingo, 24 de junio de 2012


Poema de Oliverio Girondo, nació en Buenos Aires en 1891 y murió en 1967, sus poemas fueron leídos en la película "El lado oscuro del corazón" en la cual participó también Mario benedetti.


TESTIMONIAL

Allí están,
allí estaban
las trashumantes nubes,
la fácil desnudez del arroyo,
la voz de la madera,
los trigales ardientes,
la amistad apacible de las piedras.

Allí la sal,
los juncos que se bañan,
el melodioso sueño de los sauces,
el trino de los astros,
de los grillos,
la luna recostada sobre el césped,
el horizonte azul,
¡el horizonte!
con sus briosos tordillos por el aire...

¡Pero no!
Nos sedujo lo infecto,
la opinión clamorosa de las cloacas,
los vibrantes eructos de onda corta,
el pasional engrudo
las circuncisas lenguas de cemento,
los poetas de moco enternecido,
los vocablos,
las sombras sin remedio.

Y aquí estamos:
exangües,
más pálidos que nunca;
como tibios pescados corrompidos
por tanto mercader y ruido muerto;
como mustias acelgas digeridas
por la preocupación y la dispepsia;
como resumideros ululantes
que toman el tranvía
y bostezan
y sudan
sobre el carbón, la cal, las telarañas;
como erectos ombligos con pelusa
que se rascan las piernas y sonríen,
bajo los cielorrasos
y las mesas de luz
y los felpudos;
llenos de iniquidad y de lagañas,
llenos de hiel y tics a contrapelo,
de histrionismos madeja,
yarará,
mosca muerta;
con el cráneo repleto de aserrín escupido,
con las venas Pobladas de alacranes filtrables,
Con los ojos rodeados de pantanosas costas
y paisajes de arena,
nada más que de arena.

Escoria entumecida de enquistados complejos
y cascarrientos labios
que se olvida del sexo en todas partes,
que confunde el amor con el masaje,
la poesía con la congoja acidulada,
los misales con los libros de caja.

Desolados engendros del azar y el hastío,
con la carne exprimida
por los bancos de estuco y tripas de oro,
por los dedos cubiertos de insaciables ventosas,
por caducos gargajos de cuello almidonado,
por cuantos mingitorios con trato de excelencia
explotan las tinieblas,
ordeñan las cascadas,
la adulcorada caña,
la sangre oleaginosa de los falsos caballos,
sin orejas,
sin cascos,
ni florecido esfínter de amapola,
que los llevan al hambre,
a empeñar la esperanza,
a vender los ovarios,
a cortar a pedazos sus adoradas madres,
a ingerir los infundios que pregonan las lámparas,
los hilos tartamudos,
los babosos escuerzos que tienen la palabra,
y hablan,
hablan,
hablan,
ante las barbas próceres,
o verdes redomones de bronce que no mean,
ante las multitudes
que desde un sexto piso
podrán semejarse a caviar envasado,
aunque de cerca apestan:
a sudor sometido,
a cama trasnochada,
a sacrificio inútil,
a rencor estancado,
a pis en cuarentena,
a rata muerta.


martes, 19 de junio de 2012



Poema de Silvina Ocampo, (1903-1994) poeta argentina, nacida en buenos aires, hermana de Victoria Ocampo y muy amiga de Jorge Luis Borges.

Diálogo

Te hablaba del jarrón azul de loza,
de un libro que me habían regalado,
de las Islas Niponas, de un ahorcado,
te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.

Me hablabas de los pampas grass con plumas,
de un pueblo donde no quedaba gente,
de las vías cruzadas por un puente,
de la crueldad de los que matan pumas.

Te hablaba de una larga cabalgata,
de los baños de mar, de las alturas,
de alguna flor, de algunas escrituras,
de un ojo en un exvoto de hojalata.

Me hablabas de una fábrica de espejos,
de las calles más íntimas de Almagro,
de muertes, de la muerte de Meleagro.
No sé por qué nos íbamos tan lejos.

Temíamos caer violentamente
en el silencio como en un abismo
y nos mirábamos con laconismo
como armados guerreros frente a frente.

Y mientras proseguían los catálogos
de largas, toscas enumeraciones,
hablábamos con muchas perfecciones
no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.



       

sábado, 16 de junio de 2012

La historia del herrero


Lynell Waterman cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida.
Muy por el contrario: sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.
Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba -y que sentía compasión por su situación difícil- le comentó:
-Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar.
No deseo debilitar tu fé, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado.
El herrero no respondió enseguida: él ya había pensado en eso muchas veces, sin entender lo que acontecía con su vida.
Sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar -y terminó por encontrar la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:
-En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú como se hace ésto?
Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se
pone roja. En seguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado
y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada.
Luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido del vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura.
Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta: una sola vez no es suficiente.”
El herrero hizo una larga pausa, encendió un cigarrillo y siguió:
-A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento.
El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de 34 rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada.
Y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería.”
Hizo otra pausa más, y el herrero terminó:
-Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: “Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de fierro viejo de las almas.”

               

Escuálida ventana que me dejas ver el rostro del viento despertando.
En una mañana casi bajo el agua, sin nada que perder.
Le hallo dibujos en los brazos a ese viento, le encuentro sabor a mora mezclada con destiempo.
La oblícua luz que me queda, se desvanece...
y se pierden y agonizan los ángulos a tientas.
La distancia que imagino, se burla de mis horas
y no puedo destruir la redondez de mis quejidos.
El contorno de un ruido se dibuja en el aire,
y una orilla fiel viene a mi rescate.
El Sur camina hacia el destierro, diviso sus huellas...
y sólo el Norte breve, se anima a desafiarme.
Ésta ventana que llora por sus vidrios mi talento,
resuelve silenciosa mis cálidos espantos.
Posible la escarcha, se pose en tu vientre
y cual manto de escamas, rodee tu inercia.
Venganza infinita, de dobles recelos
así es tu vida, así... como mirar desde el cielo.

              (Texto propio)

                

viernes, 15 de junio de 2012




Poema de Jorge Luis Borges:

         La lluvia

Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto



       

Ser feliz a rayas




Y si yo escribo, me sumerjo en frases.
Me tengo a mí viajando por los dobladillos del recuerdo.
Alejo y acerco a mis ojos los hechos, para saber si son ciertos, o sólo son criaturas del jardín que han invadido mi lecho.
Está guardada en un cofre, bajo siete llaves, mi propia desidia.
Peino mis ánimos, como si fuesen trenzas, que me tocaron en suerte.
Y se me cuelga al cuello, y baila como una marioneta mi amada cobardía.
Si robo a otra historia las ropas, me aburro.

No es el caso, ésto no es la guerra...
O mejor dicho sí, ya casi todas las historias están contra mí.
Por tu oscura culpa, que enjugó mi rabia tantas veces es que odio, a las historias; no a tu culpa.
Y rodeada de espanto, casi insomne de inercia, salto besos como si fueran precipicios.
Y lloro amarillo, azul y violeta; por mis cortas crónicas, que nunca llegaron a ser ciertas.
Presté las noches y las causas. Doné lo que decía y lo que quedaba de mis sueños.
Para que me entiendas, o no.

Para que huyas o puedas contar en silencio los espacios.
Para yo poder decir que el ruido de tus olas, se ha enmudecido.
Porque en ésta historia cabemos todas; mi desidia, tu culpa y nuestras muertes.
Nunca dijiste más de dos veces las cosas que quería escuchar.
Nunca pude entender tu manera de pensar.
Nunca tanto fué tan poco a la hora de cobrar.
Y me voy. Y te vas.
Porque sin tu permiso, o con él; yo sé que puedo ser feliz.
Y voy a ser feliz a rayas, a lunares y en colores.
Voy a gritar de júbilo a las 16, a las 00 y también a las 22.
Voy a entender lo que vivo de ahora en más.
Recordaré tus manías de vez en cuando, y lo mucho que me costaba sonreir y... respirar...


          (texto propio)
               
         

jueves, 14 de junio de 2012


Éste es un poema de Eugenio Montale, que nació en Génova (1896) y murió en Milán (1981)




Los limones
Óyeme, los poetas laureados
se mueven solamente entre las plantas
de nombres poco usados: boj, ligustros o acantos.
Yo, para mí, amo las calles que conducen
a las herbosas zanjas donde en charcos
casi secos acechan los muchachos
alguna enjuta anguila:
los senderos que siguen los ribazos
bajan ente el penacho de las cañas
y llevan a los huertos, entre los limoneros.

Mejor si la algazara de los pájaros
se apaga devorada por el cielo:
más nítido se escucha el susurrar
de las ramas amigas al aire casi inmóvil,
y las sensaciones de este olor
que no sabe separarse del suelo
y llueve en el pecho una dulzura inquieta.
Aquí, de las pasiones apartadas
por milagro calla la guerra,
aquí también a los pobres nos toca nuestra parte
      de riqueza
y es el olor de los limones.

Mira, en estos silencios en que las cosas
se abandonan y parecen muy próximas
a traicionar su último secreto,
a veces esperamos
descubrir un error de la Naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,
el hilo que al desenredarlo finalmente nos ponga
en el centro de una verdad.
La mirada sondea a su alrededor,
la mente indaga, concuerda, desune
en el perfume que se propaga
cuando más languidece el día.
Son los silencios en los que se ve
en cada sombra humana que se aleja
alguna perturbada Divinidad.

Mas desfallece la ilusión y el tiempo nos devuelve
a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra
solamente a retazos, en lo alto, entre molduras.
Después, la lluvia cansa el suelo; se espesa
el tedio del invierno sobre las casas,
la luz se torna avara, amarga el alma.
Hasta que un día, a través de un portón mal cerrado,
entre los árboles de un patio
se nos aparece el amarillo de los limones,
y se deshiela el corazón
y retumban en nuestro pecho
sus
canciones
las trompas de oro del esplendor solar.
           

martes, 12 de junio de 2012

Junio


Hambre de verbos y de frases encontradas;
de errores calvos y de permisos a hurtadillas.
Oídos que absorben el canto de los pájaros,
y un mar de tierra, boicoteando mis palabras.
Un cuasi viaje, que sale de la nada;
y mil brotes de disculpas, guardados en un frasco.
Manos solemnes con gestos olvidados;
acentos de cabeza, y miradas cuesta arriba.
Un sol casi resfriado, tironea de las nubes,
y sus rayos altaneros desafían mis cuidados.
Preguntas esponjadas, se toman de las manos
y miran de soslayo, a las tímidas respuestas.
Mis deseos se visten de naranja, y señalan 
con el dedo, al implacable destino.
Los recuerdos se desatan los cordones entre ellos,
y beben té, y corren por las galerías.
Un final de lana, le espera a éste mes de Junio,
que empezó transparente y se refugió en el olvido.
Ha sido un mes torpe, que sació
mi hambre de verbos, y de frases encontradas;
de errores calvos y de permisos a hurtadillas...

                (Texto propio)

                     

lunes, 11 de junio de 2012

Encontré éste poema de Jorge Luís Borges, que me pareció hermoso y quiero compartirlo.
 
       
          Y uno aprende

Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,
y uno aprende que el amor
no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad.
Y uno empieza a aprender.
Que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos
y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno del mañana
es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de
caerse en la mitad.
Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma, en lugar
de esperar a que alguien le traiga
flores. Y uno aprende que realmente
puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende...
y con cada día uno aprende.

sábado, 9 de junio de 2012

Believe



Si le ponemos punto final a lo que sigue,
o ruedo colina abajo por mirarte,
siempre acabaremos volviendo
por el camino viejo que ya conocemos.
Si te cuento el secreto de mi historia,
o lucho contra mí, para no quererte
voy de polo a polo con tu calor,
con tu frío y viceversa.
No puedo pararme a tu lado
a degustar el tiempo como si fuese vino;
ni puedo vestirme de imprudencia,
ni calcular lo que dura la mitad de tu ausencia,
sólo puedo inventar los lados que te faltan,
y colorear la música que oyes si me acerco.
Promesas con sal o dulces como un suspiro,
raptan tu voz y se multiplican.
Se arrodilla mi ánimo,
esperando alguna grieta en tu discurso;
de esas que los puntos y aparte saben sanar sabiamente,
aunque yo por dentro sepa
que la futilidad de tus dichos,
acabarán enfureciendo a tanto oleaje de supuestos.
Sólo los meses que empiezan con "a" nos desemparejan el alma,
y podemos jugar en éstos meses...
juguemos a dormirnos sobre frases suaves como musgos,
a escondernos de la intermitencia del ocaso,
pongamosles crema en la nariz a los intentos;
juguemos a que tu risa y la mía se sientan y conversan.
Porque a la hora de la hora debo irme.
Siempre termina el eco de tus ganas
guardado en mi conciencia.
Nunca nos bastan un café, dos, una noche...

             (Texto propio)